diciembre 08, 2014

Mamás de leche y miel





Mamás de leche y miel


Erich Fromm dice, refiriéndose al amor materno:
La tierra prometida (…) se describe como plena de leche y miel.
La leche es el símbolo del primer aspecto del amor, el de cuidado y afirmación.
La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo.
Normalmente, cuando pensamos en las tareas de una mamá estamos pensando en "proveer de leche", es decir, de lo necesario para desarrollarse: darles comida, vestido, una casa, educación, cuidados cuando está enfermo, en fin, "las tareas" de las mamás que todos conocemos.

Pero, también dice Fromm:
El amor materno, en su segunda etapa, hace sentir al niño: ¡es una suerte haber nacido! inculca en el niño el amor a la vida y no sólo el deseo de conservarse vivo.
Es así que la segunda tarea, y la que realmente enriquece y le da el un sentido de vida tanto a mamás como a hijos es proveer de miel a sus hijos.

¿Qué es la miel? Es ese saborcito rico que le damos al té cuando es muy amargo, es de lo que está hecha la paleta que nos dan cuando nos duele la garganta para que nos alivie el dolor, es ese liquido delicioso que le ponemos a los hot cakes para hacerlos aún más ricos.

La miel que nos dan las mamás es ese elemento delicioso, curativo, resiliente, es la enseñanza que tenemos de que la vida no sólo puede sino que debe disfrutarse no importando si ha sido el mejor día o el peor día de tu vida. Fromm lo llama “el contagio de amor a la vida” y le robo las palabras porque no hay mejor manera de decirlo.

Esta es la tarea más sublime de las mamás: contagiar a sus hijos de este amor por la vida, por SU vida; enseñarles que todas las situaciones son ocasiones de aprendizaje, que no deben sentirse víctimas de ninguna circunstancia o persona, enseñarles lo que los hace diferentes, valiosos y especiales; mostrarles todas las capacidades que tienen y cómo pueden mejorar su entorno.

Para estar en condiciones de dar miel, una madre debe ser no sólo una “buena madre” sino una persona feliz (y no son muchas las que logran alcanzar esa meta). No hay peligro de exagerar el efecto sobre el niño.

El amor de la madre a la vida es tan contagioso como su ansiedad. Ambas actitudes ejercen un profundo efecto sobre la personalidad total del niño. Indudablemente, es posible distinguir entre los niños (y los adultos) que sólo recibieron “leche” y los que recibieron “leche y miel”.
La tarea de las madres no es nada sencilla. No se trata solamente de dar la vida sino de enseñar a vivirla, a gozarla, a disfrutarla.

¿Cómo enseñarles a tus hijos a disfrutar la vida?

1. Asegúrate de saber disfrutar de tu vida:
Es tu trabajo, y sólo tuyo, construir una vida feliz: haz ejercicio para liberar endorfinas y tener una sensación de mayor bienestar, ten amigas que te hagan reír mucho y con las que puedas hablar de lo que sea sin sentirte juzgada, mantén despierta y feliz tu vida de pareja, ten un asesor espiritual que te regrese al camino, ten un trabajo, hobbies y pasatiempos que te hagan sentir plena... si tú no disfrutas tu vida, ¿cómo les vas a enseñar a ellos?

2. Ten muy clara tu aportación al mundo:
No puedes darte el lujo de amanecer un día pensando si vale la pena o si otros valoran lo que haces. Lo que hoy haces es resultado de las decisiones que has tomado a lo largo de tu historia, no te arrepientas de ellas, pero si tienes que hacer un cambio, hazlo. Ten muy claro que tienes elementos personales (muy tuyos) que te hacen especial. Échate porras!

3. Rodéate de quien te recuerde que eres única
Si no logras encontrar tu aportación a tu familia o a la vida de tus hijos, seguramente necesitas una mano para verlo con más claridad: pregúntale a quien te conoce, siéntate a hacer una revisión de vida y, si crees que lo necesitas, llámanos. Descubre existe para recordarte lo que eres y lo que aportas a todas tus esferas de vida. Provéete de ese espacio para encontrar el valor agregado que te hace diferente a todos los demás seres humanos.

4. Recuerda lo que disfrutabas hacer cuando eras niña y enséñales
Genera momentos para poder hacerlo: enséñales a mojarse en la lluvia, a preparar galletas como en los viejos tiempos, enséñales los juegos que jugabas cuando eras pequeña, enséñales a rezar y a disfrutar de ese momento en silencio, enséñales a bailar tu canción favorita, juega con ellos cuando estén aburridos en el coche, inventa canciones, cantales las canciones con las que creciste, vuélvete loca… loca de amor y del honor que Dios te ha encomendado para que exista más alegría y plenitud en este mundo que a veces se llena de una desesperanza excesiva e innecesaria.

Tienes una tarea enorme en tus manos... pero si empiezas por disfrutarla, más que una tarea se convertirá en un placer, y llenarás la vida de tus hijos y de todos los que te rodean de pura y auténtica... miel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario